miércoles, 27 de junio de 2007

NECESITO RETROCEDER PARA SEGUIR ADELANTE

Necesito retroceder en esta historia para que el día de ayer sea entendido, de ahí, seguir adelante con el día a día.
Me remonto, no muy lejanamente, al 2005 que recogí de la calle un perro samoyedo, enfermo y desnutrido. Eso, recoger animales de la calle, lo aprendí de mis padres, con quienes hemos recogido perros, gatos y hasta niños. Cuando veo un animal en condiciones tan deplorables no lo pienso dos veces simplemente actúo. Y aunque tengo historias anteriores, ésta empieza con 'Kodiak', así lo llamé para seguir la tradición de otros samoyedos en la familia.

Lo primero fue darle atención médica y me di con la primera realidad: no a todos los veterinarios les importan los animales. Lo llevé a un médico de mi barrio quien me dijo que no había nada que hacer que tenía distemper. Entonces le pedí que le de una muerte digna y me preguntó que qué íbamos a hacer con el cuerpo y sugirió directamente que lo dejara en la calle porque muchas veces los perros de la calle salían adelante solos y sino que lo llevara a la Clínica de la Facultad de Veterinaria porque ahí podían utilizar el cuerpo para estudiarlo. Ahí lo llevé con la idea de dormirlo y que no sufriera más, sin embargo, me encontré con un sensible y optimista jefe de hospital, el Dr. Diego Díaz, que le dio atención médica, no me cobró y así me lo llevé a mi casa con algo de esperanza.

Lo siguiente fue buscarle un lugar donde estar. Me di con la segunda gran realidad: todos los albergues y refugios de animales de Lima están llenos. Apenas tienen recursos para sus decenas de animales perros y gatos, su prioridad es buscarles hogar a los que ya están refugiados y lo último, es recibir a un animalito enfermo. Fue así como convertí un depósito de mi casa en cuarto de clínica veterinaria y me propuse hacer todo lo que estuviera en mis manos para ayudarlo a salir adelante. Viviana Ledesma, una veterinaria amiga, iba todas las noches a atenderlo, a colocarle suero con un cockteil de medicamentos. Tuvo una gran mejoría pero lamentablemente estaba tan débil y desnutrido que no resistió. Al vigésimo día dio un suspiro y durmió para siempre.

En el ínterin, con el pensamiento de que un perro de raza de 6 años debía tener un hogar y que alguien, con pena, andaría buscándolo, al menos eso sucedería de perderse alguna de mis mascotas, comenzó mi búsqueda en internet de avisos de perros perdidos. Visité todas las páginas que conocía, que me imaginaba tendrían un espacio para mascotas, y finalmente puse un anuncio esperando que algún dueño desesperado me encuentre y suceda el reencuentro feliz. Tercera realidad: no todos los perros callejeros, vagabundos, abandonados o perdidos tienen, o han tenido, un dueño que se preocupe, que los busque, que sufra su ausencia. Y si los hay, lamentablemente no hay una vía ágil y unificadora donde converjan todos los anuncios y búsquedas de animales perdidos y encontrados.

Posteriormente, ahondando en esta realidad de perros y gatos abandonados y sin hogar, abrí los ojos y caí en cuenta que lo experimentado no es más que la punta del iceberg y que la realidad es más honda, más cruda y más dolorosa de lo que se puede imaginar.

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